La temporada 2015-2016 ha llegado a su fin y se podría decir que esa ha sido la mejor noticia para el Valencia CF. Duodécimo en la clasificación con un balance de 11 partidos ganados, 11 empatados y 16 perdidos para un proyecto destinado a acabar en puestos europeos. Es evidente que la gestión por parte del señor Peter Lim no está siendo nada acertada, y esto tiene consecuencias directas en el equipo. Atrás quedó ese primer año en el que las cosas salieron bien, y desde la afición todo eran aplausos y vítores hacia el magnate de Singapur. Hoy la realidad es bien distinta y parece que la agenda ha estado muy apretada para acudir a ver el lamentable espectáculo que cada fin de semana, y excepto en contadas ocasiones, acontecía en Mestalla.
Y ese es el principal problema por el que las cosas marchan a día de hoy como marchan. Desde Los Otros 18 reivindicamos el odio eterno al fútbol moderno que, entre otras cosas, está haciendo del fútbol un deporte desigual en el que casi siempre, y ahí están el Atlético y el Leicester para contradecirlo, casi siempre ganan los mismos. El problema está al creer que se puede llevar a un equipo como un negocio más. Creer que desde las oficinas de otro continente, por muchas personas de confianza que se tengan, se puede gestionar un equipo. Todo conjunto requiere una dedicación y unas formas de actuar que no están siendo las que se corresponden.
La solución no pasa por confiar en un amigo que además es uno de los mejores agentes del mundo para que te coloque futuras grandes estrellas del fútbol que han hecho una gran temporada en Portugal y por consiguiente aquí ‘la van a partir’. Es lícito que siendo tu amigo, encomiendes a Jorge Mendes la tarea de reforzar tu proyecto, tu inversión, con jugadores de su cartera personal. Pero el amigo Mendes al final lo que quiere es sacar un rendimiento por esos jugadores por los que se han pagado unas cantidades desproporcionadas visto el rendimiento final salvo contadas excepciones. Por mucha confianza que se deposite en los amigos, no se puede consentir que un club casi centenario sea utilizado a estas alturas de la película como un experimento; de eso afortunadamente parece que, muy tarde, pero el señor Lim se ha dado cuenta y por ello se contrató a Suso García Pitarch.
Se podría llegar a la errónea conclusión de que con tres cambios de entrenadores en tan poco margen es imposible que los jugadores pudiesen estar totalmente centrados en los objetivos marcados al principio de temporada. Pero basta con haber visto los partidos para darse cuenta de que la mayoría de los jugadores que han vestido la elástica valencianista esta temporada han aprovechado esta circunstancia para bajarse del barco a las primeras de cambio. Claro que tanto Nuno como Gary Neville no estaban preparados para llevar a un equipo como el Valencia, ambos técnicos se han visto claramente superados por las circunstancias hasta el punto de rozar el descenso. Quién iba a pensar que llegados a este punto la afición che tenía que estar más preocupada de los resultados del Sporting o el Granada que los de otros clubes más arriba en la tabla; todo ello sin desmerecer a estos conjuntos que bastante mérito tienen.
Muchos no entienden, incluso critican a una afición a la que califican de demasiado exigente. A todos ellos hay que decirles que lo único que viene demandando esta hinchada desde hace tiempo es un esfuerzo, sacrificio y entrega por el escudo que no se han tenido. La temporada que viene será determinante para ver hacia donde se dirige este barco sin rumbo que es el Valencia. Habrá que ver si el máximo mandatario se empieza a tomar más enserio lo que significa esta institución y la gente que la rodea. Es necesario reconocer los errores y volver a empezar de nuevo con jugadores que estén dispuestos a darlo todo por el club. Apostar por la cantera, asesorarse por personas que no siendo de tu confianza, conocen bien el club y sus necesidades. Los fichajes de Pitarch o Vicente Rodríguez son positivos en ese sentido. Pero hay que dejarles trabajar, tal vez por ahí se pueda empezar a ver la luz al final de este dichoso túnel.
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